20/5/10



Esta es una historia peculiar de un Torreño ( desconocido para nosotros ) que llegó a recalar al pueblo de Rota donde fué un profesor muy estimado en esta localidad.


Es muy difícil ser tomado en serio en el sitio donde has nacido o en el lugar donde originalmente te has formado. Hay veces que para ello, para tener un digno reconocimiento, debes de salir de tu entorno más querido. De ahí que el rico refranero español no suele, casi nunca, equivocarse, y nos dice que “Nadie es profeta en su tierra”.

Este es el caso, uno más de tantos, de un ilustre maestro nacido en Torre del Mar y ciertamente desconocido por la gran mayoría de sus paisanos, nos referimos a, Eduardo José Lobillo Rosa, hijo de Eduardo y Elisa un modesto matrimonio torreño.


Lobillo nació en 7 de enero del año 1888, y pese los duros problemas económicos de su familia, ciertamente muy numerosa, éste puede lograr titularse como Maestro de carrera corta, que era por entonces, un año de estudios en la Escuela Normal.



Dicha titulación no le permitía en sus primeros años, ser maestro con la plaza en propiedad. Es así como este torreño se ve forzado a recorrer todos los pueblos de Málaga de manera eventual. Como era un hombre joven y atractivo (al sentir de sus conocidos), en todos los pueblos donde ejerció su labor educadora, se echaba novia... Y aquí comenzaban los apuros del pobre maestro al abandonar a su amada (cosa que, por aquel entonces, era algo peligroso para la integridad del joven maestro).



Acabada su periplo u odisea por malagueña, es trasladado a tierras segovianas, concretamente
a Lastras del Pozo. Allí, una vez más, con el pequeño sueldo que seguía percibiendo, le fuerza a simultanear su labor pedagógica con la de fotógrafo. De esta época señalemos un hecho claro sobre la vida de aquellos pioneros maestros. Eran funcionarios del Estado, pero pagados por los Ayuntamientos.

Si el sufrido maestro era de ideas políticas contrarias al equipo de gobierno municipal, éste se quedaba sin cobrar o tenía que esperar muchos meses para hacerlo.



Precisamente de esa época viene la popular frase de “o pasas o tienes más hambre que un maestro de escuela”.
Por fin, en la vida de este popular educador empiezan a soplar mejores vientos. A su vuelta de tierras segovianas, su labor se desarrollará en la localidad sevillana de Écija. Allí se une al grupo de Giner de los Ríos, donde trabaja como propagandista de los comedores escolares. Dichos comedores consiguieron, para las familias jornaleras andaluzas, comida para sus hijos escolarizados, evitando roturas en su línea educativa y, al mismo tiempo, que fueran explotados por los latifundistas como mano de obra infantil en las labores agrícolas.

Eduardo Lobillo en esa etapa ecijana, se enamoraría de una cordobesa, Sacramento Berlanga Galisteo, con la que contrajo matrimonio en Aguilar de la Frontera el 29 de julio de 1926.
Más tarde, como consecuencia de la separación geográfica de ambos (ella como maestra en Fuentes de Andalucía, y él dando clases en Écija) deciden, aprovechando el derecho de consortes, pedir un concurso de traslados, y así llegan al pueblo de Rota, que será el suyo definitivo en el año 1.930.
Es en esa ciudad donde nacerían dos de sus tres hijos (Eduardo y José), ya que el mayor, Emilio, también fallecido nació en Málaga.

Años más tarde, con la llegada de la II República, los sufridos maestros consiguen que el Estado abone de una manera más asidua sus sueldos, lo que trae como resultado una ferviente adhesión a la República de los citados funcionarios-maestros, los cuales no tendrían que depender de los vaivenes de la política municipal.
Llegan los terribles años de la Guerra Civil, en la que Eduardo, siendo republicano y de izquierdas, esto no le aparta de sus creencias religiosas y, junto con su esposa y un honrado mariscador, siguen asistiendo juntos y casi diariamente a misa, todo esto pese a verse forzados por piquetes que se lo impedían.
Esta situación le produce diversos problemas que va solucionando con su carácter siempre reconciliador, aunque no evitaría las puntuales amenazas que recibió.

Además en esos tiempos tan duros, muestra una reconocida hombría y se niega a dar de baja, ante la desbandada de otros tantos cofrades (por temor a represalias), a sus hijos en la Cofradía-Hermandad de Padre Jesús (que era el nombre popular de la hoy llamada, Fervorosa Hermandad de Penitencia y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús Nazareno “Señor de la Villa de Rota”.

Cofradía ésta a la que ayuda Lobillo a que gran parte de sus enseres y patrimonio histórico no fuesen quemados en guerra, siendo la única que logró sobrevivir a tan difíciles vicisitudes y contrariedades sufridas.
Calmados los ánimos de la guerra, decide Lobillo olvidar la política de aquellos tiempos, y su gran vocación y amor a los niños le hacen ser un maestro modélico por cuyas manos pasaron casi todos los niños de esa localidad gaditana.
De aquellos tiempos relatamos un siguiente hecho pintoresco que nos contaba su nieta Sacramento; Se le propuso como candidato a unas elecciones municipales, y Eduardo Lobillo, fue por toda Rota haciéndose la campaña electoral…pero eso sí, en su contra y en favor del otro candidato…
Trabajó en el bonito mundo de la enseñanza hasta cumplidos los 86 años, lo hizo como entretenimiento y en favor a tantos buenos roteños que le encargaron la formación inicial de sus hijos.

Decir que llegado el día de su jubilación, el Ayuntamiento de esa localidad le propuso para la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio, que el Ministerio de Educación poco tiempo después le concede.
Como es sabido esta Orden Civil de Alfonso X El Sabio se destina a premiar a las personas físicas, jurídicas y a las entidades tanto españolas como extranjeras, que se hayan distinguido por los méritos contraídos en los campos de la educación, la ciencia, la cultura, la docencia y la investigación, o que hayan prestado servicios destacados en cualquiera de ellos en España o en el ámbito internacional.

Su fallecimiento fue muy sentido, todo el pueblo le tributó un callado homenaje en lo que fue un multitudinario sepelio.
Rota le guarda un cariño especial a este “maestrito bueno”, de ahí que exista desde 1979 un C.E.I.P. con su nombre en la calle Neptuno 4 de esa bonita ciudad. Curioso es que la placa que lleva su nombre en el citado colegio aparezca con error el año de su nacimiento (1892 en vez de 1888) así como su segundo apellido Rosas en vez de Rosa.

Sólo nos queda añadir que toda su callada y enorme labor, fue posible gracias a la muy sufrida compañera, también maestra nacional, que estuvo toda su vida a su lado.
En Torre del Mar lugar donde nació y al que no volvió más, sigue siendo hoy día un auténtico desconocido
. Su figura bien merece ser recordada.

Texto : Jesús Hurtado

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